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  • Foto del escritorREVOLUCIÓN ecoSOCIAL

Anarquismo y medio ambiente



Peter GELDERLOOS (Extraído de La Anarquía Funciona)


Ninguna filosofía o movimiento de liberación puede ignorar la conexión entre la explotación humana del medio ambiente y nuestra explotación de unos sobre otros, ni puede ignorar las consecuencias suicidas de la sociedad industrial. Una sociedad libre debe establecer una relación respetuosa y sostenible con su bioregión, en el entendimiento de que los seres humanos dependen de la salud de todo el planeta.


¿Qué hay de detener a alguien por destruir el medio ambiente?

Algunas personas se oponen al capitalismo por razones ambientales, más piensan que algún tipo de Estado es necesario para evitar el ecocidio. Pero el Estado es en sí mismo una herramienta para la explotación de la naturaleza. Los Estados socialistas como la Unión Soviética y la República Popular China han sido de los regímenes más ecocidas imaginables. Que estas dos sociedades nunca hayan escapado a la dinámica del capitalismo es una característica de la estructura del Estado, requiere relaciones jerárquicas y económicas de explotación y de control y comando, y una vez que se comienza a jugar ese juego, nadie supera al capitalismo. Sin embargo, el Estado presenta la posibilidad de cambiar por la fuerza el comportamiento de las personas a escala masiva, y este poder es atractivo para algunos ambientalistas.


Han existido unos pocos Estados en la historia del mundo que han aplicado medidas de protección en el país, al proteger el medio ambiente coincidente con sus intereses estratégicos. Uno de los más importantes es Japón, que detuvo y revirtió la deforestación en el archipiélago alrededor de la Era Meiji. Pero en este caso y en otros, las protecciones del medio ambiente nacionales impuestas por el Estado fueron de la mano con una mayor

explotación en el extranjero.


La sociedad japonesa consume cantidades crecientes de madera importada, alimentando la deforestación en otros países y creando incentivos para el desarrollo de un ejército imperial para que garantice estos recursos vitales. Esto llevó no solo a la devastación del medio ambiente, sino también a la guerra y el genocidio. Del mismo modo, en Europa Occidental, las protecciones estatistas del medio ambiente se produjeron a expensas de la explotación colonial, que también dio lugar al genocidio. En sociedades a menor escala, la existencia de una élite tiende a alimentar la explotación del medio ambiente. El renombrado colapso social en la Isla de Pascua se debió en gran parte a la élite, que obligó a la sociedad a construir estatuas en su honor. Este complejo constructor de estatuas deforestó la isla, pues se necesitaba un gran número de troncos para hacer los andamios y transportar las estatuas, y las tierras agrícolas que alimentarían a los trabajadores se produjeron a expensas de más bosques. Sin los bosques, la fertilidad del suelo se desplomó, y sin alimentación, la población humana cayó también. Pero ellos no solo sufrieron hambre o disminuyeron su tasa de natalidad — las élites de cada clan pelearon unos contra otros, derribando las estatuas de los rivales y llevando a cabo redadas que culminaron en el canibalismo, hasta que casi toda la sociedad desapareció-.


Una sociedad comunal descentralizada, que mantiene un ethos ecológico común es la mejor equipada para prevenir la destrucción del medio ambiente. En las economías que valoran la autosuficiencia local sobre el comercio y la producción, las comunidades tienen que lidiar con las consecuencias ambientales de sus propios comportamientos económicos. Ellos no pueden pagar a otros para que les saquen su propia basura o para que se mueran de hambre y que de esta forma ellos puedan tener abundancia. El control local de los recursos también desalienta la sobrepoblación. Diversos estudios han demostrado que cuando los miembros de una sociedad pueden ver directamente cómo el tener demasiados niños disminuirá los recursos disponibles para todo el mundo, ellos mantienen a sus familias dentro de límites sostenibles. Pero cuando estas sociedades localizadas se incorporan a una economía globalizada en la que la mayoría de los recursos y residuos se importan y exportan, y la escasez resulta de las fluctuaciones aparentemente arbitrarias del precio en lugar del agotamiento de los recursos locales, las poblaciones se vuelven insostenibles, incluso si los más eficaces métodos anticonceptivos están también disponibles.

En “Seeing Like State”, James Scott explica cómo los gobiernos aplican «legibilidad» — una uniformidad que permite la comprensión desde lo alto, con el fin de controlar y seguir a los sujetos. Como resultado, estas sociedades pierden el conocimiento local necesario para comprender los problemas y situaciones. El capitalismo, el cristianismo y la ciencia occidental comparten una cierta la mitología sobre la naturaleza, que fomenta la explotación y el desprecio, y ven al mundo natural como algo muerto, mecánico, y que existe para satisfacer el consumo humano. Esta megalomanía disfrazada de razón o de verdad divina se ha revelado a si misma, más allá de toda duda, como suicida. Lo que hace falta es una cultura de respeto al mundo natural como algo vivo, interconectado, y entender nuestro lugar en él.


Bruce Stewart, un escritor y activista maorí, dijo en una entrevista mientras apuntaba a una enredadera de flores que había plantado en su casa, "esta vid ya no tiene un nombre. Nuestro nombre maorí se ha perdido, por lo que vamos a tener que encontrarle otro. Solo una de estas plantas se mantuvo en el mundo, viviendo en una isla infestada de cabras. La planta podría irse en cualquier momento. Así que obtuve una semilla y la planté aquí. La vid ha crecido, y aunque normalmente se tarda veinte años en florecer, esta está floreciendo después de siete años… Si hemos de sobrevivir, cada uno de nosotros debe convertirse en kaitiaki, el cual es para mí el concepto más importante de mi propia cultura maorí. Nosotros debemos convertirnos en cuidadores, tutores, administradores, criadores. En los antiguos días cada whanau, o familia, se usó para cuidar a una parte específica de terreno. Una familia podía cuidar a un río desde cierta roca hasta la siguiente curva. Y fueron los kaitiaki de las aves, peces y plantas. Ellos sabían cuándo era el momento de tomarlos para comer, y cuándo no lo era. Cuando las aves debían ser protegidas, la gente ponía un rahui en ellas, lo que significa que las aves eran temporalmente sagradas. Y algunas aves eran permanentemente tapu, lo que significa que ellas estaban siempre protegidas. Esta protección fue tan fuerte que las personas podían morir si la quebrantaban. Es así de simple. No necesitaban vigilancia. En su afán por domesticar a mis antepasados los misioneros cristianos mataron el concepto de tapu, junto con muchos otros".


Tikopia, una isla del Pacífico habitada por pueblos polinesios, ofrece un buen ejemplo de una sociedad descentralizada y anárquica que ha tenido éxito con problemas ambientales de vida o muerte. La isla tiene solo 1,8 kilómetros cuadrados de superficie y soporta a 1.200 habitantes — es decir, 800 personas por kilómetro cuadrado de tierra cultivable. La comunidad ha existido de manera sostenible por 3.000 años. Tikopia está cubierta de varios estratos de huerto-jardines que imitan las selvas tropicales naturales. A primera vista, la mayor parte de la isla parece estar cubierta de bosques, aunque las verdaderas selvas tropicales solo permanecen en unas pocas y escarpadas partes de la isla. Tikopia es tan pequeña que todos sus habitantes pueden familiarizarse con su ecosistema. También está aislada, por lo que por mucho tiempo ellos no pudieron importar recursos o exportar las consecuencias de su estilo de vida. Cada uno de los cuatro clanes tiene jefes, aunque estos no tienen poderes coercitivos y juegan un papel ceremonial como los guardianes de la tradición. Tikopia es una de las islas de la Polinesia menos estratificadas socialmente; por ejemplo, los jefes todavía tienen que trabajar y producir sus propios alimentos. El control de la población es un valor común, y los padres creen que es inmoral tener más de un cierto número de hijos. En un ejemplo sorprendente del poder de estos valores colectivamente mantenidos y reforzados, alrededor del año 1600, los isleños llegaron a una decisión colectiva para poner fin a la crianza de cerdos. Ellos mataron a todos los cerdos de la isla, a pesar de que la carne de cerdo era una muy valorada fuente de alimento, porque los cerdos mantenían una gran presión sobre el medio ambiente. En una sociedad más estratificada y jerárquica, esto podría haber sido imposible, porque la élite normalmente fuerza a la gente más pobre a sufrir las consecuencias de sus estilos de vida antes de renunciar a un muy estimado producto de lujo. Antes de la colonización y la desastrosa llegada de los misioneros, los métodos de control poblacional de Tikopia incluían la anticoncepción natural, el aborto, y la abstinencia para los jóvenes, aunque esto era más bien un celibato compasivo, que equivale a la prohibición de reproducirse más que a tener relaciones sexuales.


Los tikopianos también utilizaban otras formas de control poblacional, como el infanticidio, que muchas personas en otras sociedades encontrarían inaceptable, pero Tikopia aún nos puede dar un ejemplo perfectamente válido, ya que con la eficacia de la anticoncepción moderna y las técnicas de aborto, no son necesarios otros métodos para un enfoque descentralizado del control poblacional. La característica más importante del ejemplo de los tikopianos es su ethos: el reconocimiento de que vivían en una isla y que los recursos eran limitados, por lo que el aumento de su población equivalía al suicidio. Otras sociedades de islas polinesias ignoraron este hecho y posteriormente desaparecieron. El planeta Tierra, en este sentido, es también una isla; en consecuencia, necesitamos desarrollar la conciencia global y las economías locales, con lo que podemos evitar que se sobrepase la capacidad de la tierra, y estar al tanto de los otros seres vivos con quienes compartimos esta isla. Hoy en día la mayoría del mundo no está organizado en comunidades que estén estructuradas para ser sensibles a los límites del medio ambiente local, pero es posible recrear dichas comunidades.


Hay un creciente movimiento de comunidades ecológicamente sustentables, o «ecoaldeas», organizadas en líneas horizontales no jerárquicas, en las cuales grupos de personas que van desde una docena a varios cientos se unen para crear sociedades anárquicas con diseños orgánicos y sostenibles. La construcción de estas villas maximiza la eficiencia de los recursos y la sostenibilidad ecológica, y cultiva también la sensibilidad con el medio ambiente local a un nivel cultural y espiritual. Estas ecoaldeas están en la vanguardia del desarrollo de tecnologías sustentables. Cualquier comunidad alternativa puede degenerar en escapismo yuppie y las ecoaldeas son vulnerables a esto, pero una parte importante del movimiento de ecoaldeas busca desarrollar y difundir las innovaciones que son relevantes para el mundo en general en lugar de aislarse del mundo. Para ayudar a la proliferación de las ecoaldeas y adaptarlas a todas las regiones del mundo, y para facilitar la coordinación entre las ecoaldeas existentes, 400 delegados de 40 países se reunieron en Findhorn, Escocia, en 1995 y establecieron la Red Global de Ecoaldeas. Cada ecoaldea es algo diferente, pero unos pocos ejemplos pueden proporcionar una idea de su diversidad.


The Farm, en las zonas rurales de Tennessee, cuenta con 350 residentes. Fundada en 1971, contiene jardines mulch, duchas calentadas con energía solar, un negocio sustentable de hongos shiitake, casas de fardos de paja, y un centro para la formación de personas de todo el mundo para construir sus propias ecoaldeas. La Vieja Bassaisa, en Egipto, contiene unos pocos cientos de habitantes y ha existido durante miles de años. Los residentes han perfeccionado un diseño de villa ecológico y sustentable desde los métodos tradicionales. La Vieja Bassaisa ahora contiene un centro de Estudios del Futuro, y se están desarrollando nuevas tecnologías sustentables, como una unidad de producción de gas metano que extrae los gases del estiércol de vaca para guardarlos y usarlos como alternativa a la escasa leña. Ellos utilizan el lodo sobrante como abono para sus campos. Ecotop, cerca de Dusseldorf, en Alemania, es un barrio entero con cientos de residentes que viven en varios edificios de cuatro pisos y unas pocas casas. La arquitectura fomenta un sentido de comunidad y libertad, con una serie de espacios comunes y privados. Entre los edificios, en una especie de centro del pueblo, hay un patio de usos múltiples, como patio, zona peatonal, así como jardín comunitario con una gran cantidad de plantas y árboles. Los edificios, que tienen una estética urbana completamente moderna, se construyeron con materiales naturales y se diseñaron con calefacción y refrigeración pasiva y tratamientos biológicos de aguas residuales en el lugar mismo. Earthhaven, con unos 60 habitantes, fue fundada en 1995 en Carolina del Norte por diseñadores de permacultura. Está compuesta de varios grupos de barrios establecidos en las empinadas colinas de los Apalaches. La mayor parte de la tierra está cubierta de bosques, pero los residentes han tomado la difícil decisión de sacar algunos de los bosques para colocar jardines para poder acercarse a la autosuficiencia de alimentos en lugar de exportar los costos de su estilo de vida mediante la compra de alimentos desde otros lugares. Se habló de ello durante mucho tiempo, se prepararon espiritualmente, y trataron de limpiar la tierra de manera respetuosa. Este tipo de actitud, que la ideología capitalista descarta por sentimental e ineficiente, es exactamente la que podría evitar la destrucción del medio ambiente en una sociedad anarquista.


También son necesarios la decisión y la voluntad de tomar una acción directa para defender el medio ambiente. En el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, México, los pueblos indígenas anarquistas y antiautoritarios han mostrado exactamente estas cualidades en la protección de la tierra contra una serie de amenazas. Organizaciones como la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo, UCIZONI, que incluye a 100 comunidades en Oaxaca y Veracruz, y más tarde, el grupo anarquista / Magonista CIPO-RFM, han luchado contra las construcciones que devastan el medio ambiente como parques eólicos, granjas camaroneras, plantaciones de eucalipto, y la expropiación de tierras por parte de la industria de la madera. Ellos también han reducido las presiones económicas para explotar el medio ambiente con la creación de cooperativas de maíz y café y la construcción de escuelas y clínicas. Mientras tanto, han creado una red de estaciones de radio para las comunidades autónomas para educar a la gente sobre los peligros para el medio ambiente, e informar a las comunidades aledañas sobre los nuevos proyectos industriales que resultarían en destruir más tierras. En el 2001, las comunidades indígenas derrotaron la construcción de una carretera que formaba parte del Plan Puebla Panamá, un megaproyecto neoliberal que pretende conectar América del Norte y del Sur con infraestructura de transporte diseñado para aumentar el flujo de materias primas. Durante la rebelión zapatista de 1994, se cerraron las vías de transporte para frenar el movimiento de tropas, y también bloquearon las carreteras y cerraron las oficinas del gobierno para apoyar la rebelión de Oaxaca del 2006.


En 1998, el Departamento de Transporte de Minnesota quería desviar una carretera en un parque de Minneapolis a lo largo de la confluencia de los ríos Minnesota y Mississippi. La propuesta de desviarla destruiría un área que contenía una vieja sabana de robles, un ecosistema precioso, un antiguo manantial de agua dulce, y lugares sagrados para los indígenas americanos — un espacio salvaje vital en el centro de la ciudad que también sirvió como un refugio para muchos vecinos. Los activistas indígenas con el American Indian Movement y la comunidad Mendota Mdewakanton Dakota se reunieron para trabajar en coalición con los residentes blancos, los ambientalistas de Earth Fisrt!, y anarquistas de todo el país para ayudar a detener la construcción. El resultado fue que el Estado Libre Minnehaha, una zona autónoma que se convirtió en la primera y más duradera ocupación urbana anti-carreteras en la historia de EE.UU. Durante un año y medio, cientos de personas ocuparon las tierras para impedir que el Departamento de Transporte talara los árboles y construyera la carretera, y miles más apoyaron y visitaron el Estado Libre. La ocupación empoderó a incontables participantes, volviendo a conectar a muchos dakota con su patrimonio, se ganó el apoyo de muchos vecinos, se creó una zona autónoma de un año de duración, se auto-organizó a la comunidad, y se retrasó significativamente la destrucción del área — ganancia de tiempo durante la cual muchas personas fueron capaces de descubrir y disfrutar el espacio de una manera íntima y espiritual.


Para aplastar a la ocupación, el Estado se vio obligado a recurrir a una variedad de tácticas represivas. La gente en el campamento fue sometida al hostigamiento, vigilancia e infiltración. Un ejército de policías atacó y destruyó el campo en repetidas ocasiones, torturó, hizo hospitalizar y casi mató a la gente, además de llevar a cabo más de un centenar de detenciones. Al final, el Estado taló los árboles y construyó la autopista, pero los manifestantes se las arreglaron para salvar Coldwater Spring, el cual es un sitio sagrado para el área de los pueblos indígenas y una parte importante de la cuenca local. Los participantes nativos lo declararon una victoria espiritual importante. La gente a lo largo de Minneapolis que inicialmente había apoyado el proyecto de destrucción debido a sus supuestos beneficios para el sistema transporte fueron ganados por la resistencia para salvar el parque, y llegaron a oponerse a la carretera. Si la decisión hubiera pasado por ellos, la carretera no se hubiese construido.


El Estado Libre creó y mantuvo las coaliciones y los lazos comunitarios que duran hasta nuestros días, dando forma a las nuevas generaciones de comunidad radical e inspirando iniciativas similares en todo el mundo.


En las afueras de Edimburgo, Escocia, los eco-anarquistas han tenido aún más éxito salvando un bosque. El campamento Bilston Glen anti-carreteras ha existido por más de siete años y hasta este escrito, con la participación de cientos de personas y deteniendo la construcción de un desvío deseado por las grandes instalaciones de biotecnología en el área. Para permitir a la gente vivir allí de forma permanente con un menor impacto sobre el bosque, y para hacer más difícil para la policía el desalojarlos, los activistas han construido casas en los árboles que las personas ocupan durante todo el año. La villa sin duda tiene una baja tecnología, pero también es de bajo impacto, y algunas de las casas son claramente obras de amor, lo suficientemente cómodas para ser consideradas un hogar permanente. La docena de habitantes también han estado atendiendo al bosque, eliminando especies invasoras y fomentando el crecimiento de especies nativas. La villa arbórea de Bilston Glen es solo una de una larga línea de ocupaciones anti-carreteras y acciones directas ecológicas en el Reino Unido que crean una fuerza colectiva que hace que el Estado piense dos veces sobre la construcción de nuevas carreteras o sobre desalojar manifestantes. La villa también cruza la línea entre la simple oposición a las políticas del gobierno y la creación de nuevas relaciones sociales con el medio ambiente: a medida que lo defendían, decenas de personas han hecho del bosque su hogar, y cientos de personas más han visto personalmente la importancia de relacionarse con la naturaleza de una manera respetuosa y defenderla de la civilización occidental.


¿Qué pasa con los problemas ambientales globales, como el cambio climático?

Los anarquistas no tienen todavía experiencia en tratar con los problemas globales porque nuestros éxitos hasta ahora solo han sido locales y temporales. Las sociedades anárquicas sin Estado alguna vez cubrieron el mundo, pero esto fue mucho antes de la existencia de problemas ambientales globales, como los creados por el capitalismo. Hoy en día, los miembros de muchas de estas sociedades indígenas se encuentran en la vanguardia de la resistencia global a la destrucción ecológica causada por gobiernos y corporaciones. Los anarquistas también coordinan la resistencia a nivel mundial. Ellos organizan protestas internacionales en contra de los principales contaminantes y sus patrocinadores estatales, tales como las movilizaciones durante las cumbres del G8, que han convocado a cientos de miles de personas de decenas de países para protestar contra los Estados más responsables del calentamiento global y otros problemas.


En respuesta a la actividad global de las empresas transnacionales, los anarquistas interesados en la ecología comparten información a nivel mundial. De esta manera, los activistas en todo el mundo puede coordinar acciones simultáneas contra las corporaciones, poniendo como objetivo una fábrica o mina contaminante en un continente, tiendas al por menor en otro continente, y una sede internacional o reunión de accionistas en otro continente. Por ejemplo, grandes protestas, boicots y actos de sabotaje contra Shell Oil se coordinaron entre las personas en Nigeria, Europa y América del Norte a lo largo de la década de los 80 y 90. En 1986, los autonomistas en Dinamarca llevaron a cabo varios atentados incendiarios simultáneos contra estaciones de Shell en todo el país durante un boicot en todo el mundo para castigar a Shell por apoyar al gobierno responsable del apartheid en Sudáfrica. En los Países Bajos el grupo anti-autoritario clandestino RARA (Acción Revolucionaria Anti Racismo) llevó a cabo una campaña de ataques no letales contra Shell, jugando un papel fundamental en forzar a Shell a retirarse de Sudáfrica. En 1995, cuando Shell quería volcar una vieja plataforma petrolera en el Mar del Norte, se vio obligado a abandonar sus planes por las protestas en Dinamarca y el Reino Unido, la ocupación de la plataforma petrolera por parte de activistas de Greenpeace, y ataques incendiarios y a tiros contra estaciones de Shell en dos diferentes ciudades de Alemania, así como un boicot que redujo las ventas en un diez por ciento en ese país.


Esfuerzos como estos prefiguran las redes mundiales descentralizadas que podrían proteger el medio ambiente en un futuro anarquista. Si tenemos éxito en la abolición del capitalismo y el Estado, habremos eliminado el sistema más devastador del medio ambiente, así como la estructura de barreras que actualmente impiden la acción popular en defensa de la naturaleza. Hay ejemplos históricos de sociedades sin Estado respondiendo a problemas ambientales a gran escala mediante redes colectivas descentralizadas. A pesar de que los problemas no eran globales, las distancias relativas que enfrentaron —con información que viajaba a muy baja velocidad— fueron tal vez mayores que las distancias que marcan el mundo de hoy, en las que las personas pueden comunicarse de forma instantánea, incluso si viven en lados opuestos del planeta. Tonga es un archipiélago del Pacífico donde se establecieron pueblos polinesios. Antes de la colonización, había un sistema político centralizado con un líder hereditario, pero el sistema era mucho menos centralizado que un Estado, y los poderes coercitivos del líder eran limitados. Por 3.200 años, el pueblo de Tonga fue capaz de mantener prácticas sustentables en un archipiélago de 288 kilómetros cuadrados con decenas de miles de habitantes. No había comunicaciones tecnológicas, por lo que la información viajaba lentamente. Tonga es demasiado grande para que un solo agricultor tenga conocimiento de todas las islas o incluso de la totalidad de cualquiera de las islas más grandes. El líder ha sido tradicionalmente capaz de guiar y asegurar las prácticas sostenibles no mediante el recurso a la fuerza, sino porque él tenía acceso a la información de todo el territorio, así como una federación o asamblea general la tendría si los isleños se organizaran de esa manera. Esto aumentaría el número de individuos que velarían por la sociedad al implementar determinadas prácticas y apoyar la idea de sostenibilidad.


El hecho de que una gran población puede proteger el medio ambiente en un manera difusa o descentralizada, sin un liderazgo, está ampliamente demostrado por los montañeses de Nueva Guinea antes mencionados. La agricultura por lo general conduce a la deforestación pues la tierra se despeja para los campos, y la deforestación puede matar a la tierra. Muchas sociedades responden limpiando más tierras para compensar la menor productividad de los suelos, lo que agrava el problema. Numerosas civilizaciones han colapsado debido a que destruyeron sus suelos a través de la deforestación. El peligro de la erosión del suelo se acentúa en terrenos montañosos, como las tierras altas de Nueva Guinea, donde grandes lluvias pueden llevarse masivamente el suelo desnudo. Una práctica más inteligente que los campesinos de Nueva Guinea perfeccionaron, es la silvicultura: la integración de árboles con otros cultivos, combinar huertos, campos y bosques para proteger el suelo y crear los ciclos químicos simbióticos entre las distintas plantas cultivadas. Los habitantes de las tierras altas desarrollaron técnicas especiales contra la erosión para no perder el suelo de sus valles entre montañas escarpadas. Cualquier agricultor particular podría haber obtenido una rápida ventaja al tomar atajos que eventualmente causaran erosión y privaran a las generaciones futuras de suelos saludables, pero aún así las técnicas sostenibles fueron utilizadas a nivel universal en la época de la colonización. Las técnicas contra la erosión se extendieron y reforzaron usando exclusivamente medios colectivos y descentralizados. Los montañeses no necesitaron de expertos para montar estas tecnologías medioambientales y agrícolas, y no necesitaron de burócratas para asegurar que todo el mundo las usara. En su lugar, se basaron en una cultura que valora la experimentación, la libertad individual, la responsabilidad social, la administración colectiva de la tierra, y la libre comunicación. Las innovaciones efectivas desarrolladas en un área se propagaron rápida y libremente de valle en valle. A falta de teléfonos, radio o internet, y separados por empinadas montañas, cada comunidad del valle era como un país en sí mismo. Se hablaban cientos de lenguas dentro de las tierras altas de Nueva Guinea, cambiando de una comunidad a la otra. Dentro de este mundo en miniatura, ninguna comunidad podía estar segura de que las otras comunidades no estaban destruyendo su medio ambiente — sin embargo, aún así, su enfoque descentralizado de proteger el medio ambiente funcionaba. Durante miles de años, protegieron su tierra y soportaron a una población de millones de personas que vivían en una alta densidad poblacional, tantos que los primeros europeos que volaron por sobre ellos vieron un país al que compararon con los Países Bajos.


El manejo del agua en las tierras bajas del norte de ese país en los siglos XII y XIII es otro ejemplo de soluciones para problemas medioambientales. Dado que gran parte de los Países Bajos se encuentran por debajo del nivel del mar y casi todos corren peligro de inundaciones, los agricultores tuvieron que trabajar constantemente para mantener y mejorar el sistema de manejos del agua. Las protecciones contra inundaciones fueron una infraestructura común de la que se beneficiaba todo el mundo, sin embargo, también se requería que todos invirtieran en aquel bien colectivo para mantenerlo: un agricultor individual se beneficiaría eludiendo trabajos de mantenimiento del agua, pero toda la sociedad perdería si se daba una inundación.


Este ejemplo es especialmente significativo porque la sociedad holandesa carecía de los valores anarquistas comunes en las sociedades indígenas. El área desde hace mucho tiempo se convirtió al cristianismo y se adoctrinó en sus valores jerárquicos ecocidas, durante cientos de años estuvieron bajo el control de un Estado, aunque el imperio se había derrumbado y en el siglo XII y XIII los Países Bajos estuvieron efectivamente sin Estado. La autoridad central en forma de funcionarios de la iglesia, señores feudales, y gremios se mantuvieron fuertes en Holanda y Zelanda, donde el capitalismo eventualmente se originó, pero en las regiones del norte como Frisia, la sociedad fue ampliamente descentralizada y horizontal. En aquel momento, el contacto entre pueblos a decenas de kilómetros de distancia —varios días de viaje— era más difícil que la comunicación global de nuestros días. A pesar de esta dificultad, las comunidades, pueblos, y villas campesinas lograron construir y mantener una amplia infraestructura para recuperar terreno desde el mar y protegerse contra las inundaciones por las fluctuaciones del nivel oceánico. Juntas de vecinos, mediante la organización de bandos de trabajo cooperativo o la división de las obligaciones entre comunidades, han construido y mantenido diques, canales, compuertas y sistemas de drenaje necesarios para proteger a toda la sociedad, fue «un enfoque conjunto, desde las comunidades locales, que encontraron su protección a través de organizarse ellos mismos de tal forma.» La organización horizontal espontánea incluso ha desempeñado un papel importante en áreas feudales como Holanda y Zelanda, y es dudoso que las débiles autoridades que existían en estas partes pudieran haber gestionado los trabajos necesarios respecto del agua por sí mismos, teniendo en cuenta su limitado poder.


Aunque las autoridades siempre reciben crédito por la creatividad de las masas, la autoorganización espontánea persiste incluso a la sombra del Estado. La única manera de salvar el planeta Cuando se trata de proteger el medio ambiente, casi cualquier sistema social sería mejor que el que tenemos ahora. El capitalismo es la primera organización social en la historia humana en poner en peligro la supervivencia de nuestra especie y la vida en la tierra en general. El capitalismo ofrece incentivos para explotar y destruir la naturaleza, y crea una sociedad atomizada que es incapaz de proteger el medio ambiente. Bajo el capitalismo, el ecocidio es literalmente un derecho. Las protecciones al medio ambiente son «barreras comerciales», el prevenir que una corporación tale las tierras que ha comprado es una violación de la propiedad privada y a la libre empresa. Las empresas están autorizadas para hacer millones de toneladas de plástico, la mayor parte son envases desechables, a pesar del hecho de no tener un plan para deshacerse de él, y ni siquiera idea de qué va a pasar con todo eso: el plástico no se descompone, por lo que la basura de plástico está llenando el océano y aparece en los cuerpos de las criaturas marinas, pudiendo durar millones de años.


Para salvar a los rinocerontes amenazados por los cazadores furtivos, quienes los protegen de la caza han comenzado a cortarles los sus valiosos cuernos; pero los cazadores furtivos los están matando de todos modos, porque una vez que se hayan extinguido, el valor de los pequeños trozos que queden de marfil de rinoceronte subirá más arriba de las nubes. Y a pesar de todo esto, las universidades tienen la audacia de adoctrinar a los estudiantes para que crean que una sociedad comunal sería incapaz de proteger el medio ambiente a causa de la también llamada tragedia de los bienes comunes. Este mito a menudo se explica así: imagina una sociedad de pastores de ovejas propietaria en común de las tierras de pastoreo. Se benefician colectivamente si cada uno pasta un pequeño número de ovejas, porque el pasto se mantiene fértil, pero ninguno de ellos se beneficiará de forma individual si alguno sobrepastorea, porque este recibirá una mayor participación en el producto — por lo tanto la propiedad colectiva supuestamente lleva al agotamiento de los recursos. Los ejemplos históricos destinados a corroborar esta teoría generalmente se extraen de situaciones coloniales y poscoloniales en las que los pueblos oprimidos, a quienes las formas tradicionales de organización y administración les han sido socavadas, hacinándolos en tierras marginales, con resultados predecibles.


Este escenario de pastoreo supone una situación que es extremadamente rara en la historia humana: un colectivo formado por individuos competitivos atomizados, que valoran la riqueza personal a través de bonos sociales y de la salud ecológica, y la falta de arreglos sociales o tradiciones que pueden garantizar el uso sostenible y compartido. El capitalismo ya ha causado la mayor ola de extinciones al golpear al planeta como no había sido golpeado desde que una colisión de un asteroide acabó con los dinosaurios. Para evitar que el cambio climático global provoque un colapso ecológico total, para detener la contaminación y la superpoblación que matará a la mayoría de la población de mamíferos, aves, anfibios, y vida marina del planeta, tenemos que abolir el capitalismo, ojala dentro de las próximas décadas.


Las extinciones causadas por el hombre han sido evidentes durante al menos cien años. El efecto invernadero ha sido ampliamente reconocido por casi dos décadas. Lo mejor que la ingenua reputación de la libre empresa ha creado es el comercio del carbono, una farsa ridícula. Del mismo modo, no podemos confiar en un gobierno mundial para salvar el planeta. La primera preocupación de un gobierno es siempre su propio poder, y construye la base de este poder en las relaciones económicas. La élite gobernante debe mantener una posición privilegiada, y ese privilegio depende de la explotación de otras personas y del medio ambiente. Sociedades localizadas e igualitarias unidas por la comunicación global y la toma de conciencia son la mejor oportunidad para salvar el medio ambiente. Las economías auto-suficientes y autónomas no dejan casi ninguna huella de carbono. No necesitan del petróleo para exportar productos y desechos, ni de grandes cantidades de electricidad para mover los complejos industriales y así producir bienes para la exportación. Ellos deben producir la mayor parte de su energía por ellos mismos vía solar, eólica, biocombustibles, y tecnologías similares, y se basan más en lo que se puede hacer manualmente que en los aparatos eléctricos.


Tales sociedades contaminan menos, ya que tienen menos incentivos para la producción en masa y no tienen los medios para volcar sus desechos en las tierras de otros. En lugar de aeropuertos repletos, carreteras atestadas por el tráfico, y largos desplazamientos al trabajo, podemos imaginar bicicletas, autobuses, trenes interregionales y veleros. Del mismo modo, las poblaciones no caerán en una espiral fuera de control, ya que las mujeres tendrán la facultad de administrar su fertilidad y la economía localizada hará evidente la limitada disponibilidad de los recursos.


Un mundo ecológicamente sostenible tendría que ser anti-autoritario, pues ninguna sociedad podría invadir a sus vecinos para ampliar sus recursos de base; y cooperativo, por lo que las sociedades podrán agruparse en defensa propia contra un grupo que desarrolle las tendencias imperialistas. Lo más importante, exigiría una ética ecológica común, por lo que la gente respetará el medio ambiente en lugar de considerarlo simplemente como materia prima para explotar. Podemos comenzar a construir un mundo ahora, aprendiendo de las sociedades indígenas ecológicamente sustentables, saboteando y avergonzando a quienes contaminan, extendiendo un amor por la naturaleza y la conciencia de nuestras bio-regiones, y estableciendo proyectos que nos permitan satisfacer nuestras necesidades de alimentos, agua y energía a nivel local.

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